martes, 16 de noviembre de 2010

En plató: con Eugenio Trías y lo siniestro

Charla en "Para todos la2" el 31 de Marzo de 2010 con Eugenio Trías sobre el concepto de lo siniestro. Trías es fascinante, una nota sostenida por un chelo, apocado y frágil por su infinito tamaño (porque Eugenio, aunque no lo quiera, anda sobre zancos de conocimiento) y tan bello, que parece que hayan venido a él todos los dioses viejos a contarle secretos.
Eugenio Trías es, ahora, la antítesis de tantas cosas que se ha convertido en la síntesis de lo humano.

"El mundo se ha hecho desde atrás", le dijeron un día a Lobo Antunes, y la bella Afrodita nació de la siniestra emasculación de Urano y de las gotas de sangre del castrado que cayeron sobre la arena acompañaron a la belleza lo sórdido de las Erinias. El cid y el falo.
Schelling nos da la clave y Freud (y el alemán de Eugenio) la familiaridad que acompaña a aquello que por exponerse, sin que debiera ser visto, deviene siniestro. Luego, la aceptación estética como categorización de lo siniestro, de Longino con lo sublime a Kant y Burke, y desde lo sublime al romántico siniestro y las consecuentes categorizaciones morales.
Hoffman nos trae "El hombre de arena" y aparece Lacán con su cuerpo despedazado.
Una oreja.
Lynch (bellísimamente siniestro) nos une y Eugenio insiste; lo siniestro no sólo es límite de lo bello sino también su condición. Uno y otro, bello y siniestro, se contienen, se explican y se dan paso (se anticipan y se proceden; la música de Orfeo capaz de dormir a Cerbero de puro bella, comida a bocados desde la flauta por las ménades)
¿Que por qué ahora nos fascina tanto lo siniestro? Osiris descuartizado y Adorno que nos cuenta que después de Autswich ("metástasis del horror" Trías dixit) no se podrá volver a escribir poesía, pero lo que está anunciado es algo distinto; después de verle las tripas al diablo no volveremos a mirar la belleza. Es el albor de una nueva orientación estética, abastecida hasta el abismo por el descubrimiento de los medios de comunicación masivos. El morbo, para que acabemos identificando lo siniestro con lo real y creamos que la víscera es más el hombre que su rostro.
Allí donde más ocultemos (los grandes tapados; el sexo y la muerte) allí surgirá lo siniestro. Aviso a moralistas.

Que Eros gane la partida, Eugenio, que los dioses que te susurran te oigan.

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