En "Para todos la2", el 7 de Abril de 2010.
El miedo es un juicio. Un juicio que genera una lógica de la interpretación: la lógica de lo peor. Desde el miedo todo se interpretará como el relato que antecede a la catástrofe. Para el miedoso (un enjuiciador obstinado en la fábula de la lechera) cada acontecimiento es una secuencia que tendrá como moraleja la fractura del cántaro.
El miedoso no entiende de música, sólo de ruido. "Todo es ruido para quien tiene miedo", nos sopla Sófocles.
El miedo saca al animalito que llevamos dentro (en forma de hipófisis) y, como al resto de las ardillas que tienen el cortex bloqueado, provoca en nosotros tres únicos tipos de conducta; huida, escondite o agresividad. El racista tiene miedo, el fanático tiene miedo y el violento tiene miedo. Que nadie lo dude. Sin miedo vivimos en paz.
Sí, se me dirá, pero también es muy útil para librarnos de un peligro. Cierto, pero desde que dejamos la jungla, los peligros reales son escasos y en cualquier caso mínimos proporcionalmente a la cantidad de miedos que sentimos. Entonces, ¿qué genera en nosotros miedo?
1. Los mencionados acontecimientos reales: Estamos en una travesía, cae un rayo y nos parte el mástil.
2. El juicio sobre un acontecimiento real: Estamos en una travesia y se declara una tormenta. Esto, que sólo es un acontecimiento, provoca en nosotros un juicio: "El rayo va a caerme encima y partirá el mástil"
3. El juicio sobre un acontecimiento predictivo: No hay acontecimiento (ni nave, ni tormenta) simplemente la opción de embarcar. Tememos que si embarcamos se declara una tormenta y un rayo acabe partiéndonos el mástil.
De esas tres circunstancias, la segunda y la tercera conforman la inmensa mayoría de nuestros miedos. Y en esas circunstancias, el miedo nos hace dóciles e inmóviles. Proust lo explicaba bien: "el problema no es pensar que Albertina me ha dejado, es que me ha dejado". ¿Cuantas veces hemos sentido miedo todos nosostros de que Albertina nos deje antes de que nos deje? ¿Cuanta veces antes de que sea real el abandono?
El miedo, como el imán de Lezama que se forma de los trozos que atrae, provoca lo que teme. Los mercados financieros, por ejemplo, lo saben bien; el temor a una bajada en la cotización de las acciones genera inmediatamente la bajada de las acciones. El temor a que Albertina nos deje provocará su huida.
"Es de tu miedo de lo que tengo miedo", escribió Shakespeare. Naturalmente, él (el miedo y no William) contamina como la estupidez.
De eso y de mucho más se habló allí