Fue al poco de morir mi padre.
Sucedió que aquella noche, en el sueño, habité un haiku.
Tumbado sobre un camastro duro, bajo una cabaña de palo, supe de la presencia de mi padre. El peso de su alma, al andar, rompía la fina capa de hielo que me envolvía. Me mantuve inmóvil, tumbado dentro del chamizo. No sentía frío.
Al despertar me quedaban en la memoria unas palabras:
Rompe el hielo
El peso de mi padre
Cinco y siete.