28 de Agosto de 2009. "Afectos en la noche" de RNE. Con afecto, Óscar.
Transcripción de la declaración tomada en acta del pliego de descargos del individuo identificado como "el locutor". Folio primero. Inicio
El éxito en el amor:
1. Es importante tener una mujer que te ayude en la casa, que cocine, que limpie y que tenga un trabajo.
2. Es importante tener una mujer que te haga reír.
3. Es importante tener una mujer en la que confíes y que no te mienta.
4. Es importante tener una mujer que sea buena en la cama y a la que le guste estar contigo.
5. Es MUY, MUY, MUY, MUY importante que esas cuatro mujeres no se conozcan entre ellas.
Tengo la sensación, querido, de que nos engañan con eso del éxito.
Es como si a una manada de zorros (iba a decir zorras pero no quiero incomodarte) se le dijera que el que el éxito consiste en tener una piel reluciente y estuvieran todo el día acicalándose, sin contarle que eso permite hacer mejores botas con su piel.
Haremos un elogio de la rebelión del “no éxito” y una apología del forajido
De etimologías
Viene del latín “exitus” que derivaba de “exire” (ir fuera) que significaba “salida” (en inglés “exit” mantiene ese significado) o también resultado.
En el castellano antiguo al “limes” (el territorio limítrofe que implica la salida de la civilización para entrar en la barbarie) se le llamaba “ejido” (como el pueblo almeriense) Por tanto, al que estaba “fuera de la salida” (más allá de la jurisdicción del burgo) se le llamaba “forajido” (fora-ejida).
El éxito, por tanto, implicara capacidad de movimiento, de salir, y también abandonar la protección.
De definiciones
Es importante que tengamos clara su definición, porque todos lo vamos a ir a buscar (los mamíferos y los “mamones” y hasta las “mamonas” somos así, actuamos por una recompensa) pero la definición (lo que contiene y lo que excluye “mi” éxito) debe ser elaborada sólo desde nosotros mismos porque nuestro éxito y nuestra satisfacción depende de cómo lo definamos.
Posiblemente nuestra vida sólo sea una búsqueda de esa definición y acertarla ya sea el éxito, en cualquier caso, nuestra felicidad va a depender extraordinariamente de esa tarea.
El éxito no es tener dinero, ni amantes, pero tampoco es tener más amigos, ni más coraje, ni más amor…el éxito es establecer la paz con uno mismo. ¿y quién es ese “uno mismo”? el que actúa siguiendo las actuaciones que le producen satisfacción. Si a ese uno no le satisface la amistad, la soledad será su éxito, por mas inconveniente que moralmente nos resulte.
La costumbre de trabajar de rodillas me ha producido "beatillas". El calentarme exclusivamente arrimándose a una estufa de gas, ha generado unas curisosas manchas negras en las piernas. Empiezo a vivir un tiempo ahistórico. No hay acontecimientos que distingan un antes de un después y, consecuentemente, el tiempo parece pararse en un continuo. Tengo algunas dificultades para ordenar cronológicamente sucesos.
Creo, aún creo, que voy a conseguir algo.
Sigo viviendo la épica del seminarista pero empiezo peligrosamente a parecerme a un personaje. Demasiada insistencia en la tragedia. La heroicidad conceptual de un cuadro de Caspar David Friedrich se basa en la estricta necesidad de lo inalcanzable del propósito. Empiezo a darme cuenta pero no lo remedio. Ser un héroe es ahora mi vocación y para ello cada día es una guerra, que pierdo.
"A vida corre sobre min en guerra
Enen sequem un arrepio de medo"
Mario de Sa Carneiro me lo advierte, después de envenenarse en el Hotel de Nice con cinco frascos de estrictinina, con un gordo cuerpo, muerto, que no permite cerrar la tapa del ataud y hay que atarlo a la caja con cuerdas. Cada vez, querido héroe, me dice, te pareces más a una estatua falsa.
Saludo a Begoña Román, a Ander Mirambell y a Anna Corbella y nos disponemos a hablar del miedo.
En "Para todos la2", el 7 de Abril de 2010.
El miedo es un juicio. Un juicio que genera una lógica de la interpretación: la lógica de lo peor. Desde el miedo todo se interpretará como el relato que antecede a la catástrofe. Para el miedoso (un enjuiciador obstinado en la fábula de la lechera) cada acontecimiento es una secuencia que tendrá como moraleja la fractura del cántaro.
El miedoso no entiende de música, sólo de ruido. "Todo es ruido para quien tiene miedo", nos sopla Sófocles.
El miedo saca al animalito que llevamos dentro (en forma de hipófisis) y, como al resto de las ardillas que tienen el cortex bloqueado, provoca en nosotros tres únicos tipos de conducta; huida, escondite o agresividad. El racista tiene miedo, el fanático tiene miedo y el violento tiene miedo. Que nadie lo dude. Sin miedo vivimos en paz.
Sí, se me dirá, pero también es muy útil para librarnos de un peligro. Cierto, pero desde que dejamos la jungla, los peligros reales son escasos y en cualquier caso mínimos proporcionalmente a la cantidad de miedos que sentimos. Entonces, ¿qué genera en nosotros miedo?
1. Los mencionados acontecimientos reales: Estamos en una travesía, cae un rayo y nos parte el mástil.
2. El juicio sobre un acontecimiento real: Estamos en una travesia y se declara una tormenta. Esto, que sólo es un acontecimiento, provoca en nosotros un juicio: "El rayo va a caerme encima y partirá el mástil"
3. El juicio sobre un acontecimiento predictivo: No hay acontecimiento (ni nave, ni tormenta) simplemente la opción de embarcar. Tememos que si embarcamos se declara una tormenta y un rayo acabe partiéndonos el mástil.
De esas tres circunstancias, la segunda y la tercera conforman la inmensa mayoría de nuestros miedos. Y en esas circunstancias, el miedo nos hace dóciles e inmóviles. Proust lo explicaba bien: "el problema no es pensar que Albertina me ha dejado, es que me ha dejado". ¿Cuantas veces hemos sentido miedo todos nosostros de que Albertina nos deje antes de que nos deje? ¿Cuanta veces antes de que sea real el abandono?
El miedo, como el imán de Lezama que se forma de los trozos que atrae, provoca lo que teme. Los mercados financieros, por ejemplo, lo saben bien; el temor a una bajada en la cotización de las acciones genera inmediatamente la bajada de las acciones. El temor a que Albertina nos deje provocará su huida.
"Es de tu miedo de lo que tengo miedo", escribió Shakespeare. Naturalmente, él (el miedo y no William) contamina como la estupidez.
Sucedió que aquella noche, en el sueño, habité un haiku.
Tumbado sobre un camastro duro, bajo una cabaña de palo, supe de la presencia de mi padre. El peso de su alma, al andar, rompía la fina capa de hielo que me envolvía. Me mantuve inmóvil, tumbado dentro del chamizo. No sentía frío.
Al despertar me quedaban en la memoria unas palabras:
Rompe el hielo
El peso de mi padre
Cinco y siete.
El tercer verso, si bien sé que existió, nunca logré recordarlo,
pero aprendi que un haiku no se escribe, sino que se vive, igual que la muerte sólo la viven los otros.
Sucedía antes, cuando las paredes del estudio eran más estrechas, que había bastidores que entraban pero cuadros que no salían. Es lo del mono que mete la mano en la botella, sujeta los cachuetes y no sale ni mano ni cacahuetes. Cuando esto se daba, y se dió al menos un par de veces, tenía que destruir la obra o venderla envuelta por la habitación que me servía de estudio. Las dos veces opté por lo primero, pues si difícil era vender un cuadro, excéntrico era hacerlo dentro de una habitación. Además la habitación no era gran cosa y probablemente el cuadro tampoco (y, ¿quién quiere un mono con una botella por mano?)
"Amédée oú comment s'en débarrasser" es una obra de Ionescu que cuenta como a una pareja les crece un cadáver que guardan oculto en una habitación cerrada. Afectado por la enfermedad de la progresión geométrica de los muertos, el cádaver empieza a ocupar todo el espacio de la vivienda. Amadeo decide que deben desembarazarse de él, pero no es fácil quitarse de encima algo oculto que ocupa y crece.
No es fácil ni escupiéndolo ni a empujones ni a golpe de golpes.