"El patio de mi casa"
fotografía
2010
2011, año de publicación y yo que pienso que ya llevo, por aquí, unos años. Epílogo al libro de Alberto Tugues "Cancionero de prisión".
TRAGEDIA (O COMEDIA) EN 97 LÍNEAS (MÁS O MENOS) CON TEORÍA, PLANCHADORA Y LUCIÉRNAGA
Un hombre de pie. Labios maquillados y cara empolvada.
— Sí, señora, la teoría poético científica sobre el amor que me hubiera dado fama mundial, sí, como lo oye —
Guarda silencio. Saca del bolsillo trasero del pantalón una imagen. La desdobla y la observa.
— Naturalmente que tiene usted una hija guapísima, pero déjeme decirle, con hondo pesar, que las fotos también se mueren —
Da tres pasos hacia la derecha y murmura para sus adentros
— Hasta aquí. Más allá no hay nada —
Eleva los ojos hacia arriba intentando recordar
— Se basaba en fundamentos metalógicos/lingüísticos tendentes a la demostración i-n-a-p-e-l-a-b-l-e de la ironía como contraposición trágica entre lo mundano y lo trascendental —
Vuelve a guardar silencio para retomar la palabra con más énfasis
—Sí, sí, fama mundial, créame si le digo que no le exagero —
Continúa, enfatizando el gesto
— Naturalmente que se preguntará que qué tiene que ver la ironía con el amor…
Pues mucho señora mía, muchísimo me atrevería a decir, aunque lejos de mí está el resultarle hiperbólico —
Se rasca la sien derecha.
—Ahora soy cantante —
Aclara ligeramente la garganta, endurece el gesto y comienza torpemente a marcar el ritmo levantando la pierna derecha y golpeando con el pie plano en el suelo. Continúa hablando sin dejar de marcar el ritmo.
— Ese descubrimiento mío se consideró por el altísimo tribunal de la Academia de las Artes Francesas, ¿ha visto usted alguna vez una luciérnaga?, y por el mismísimo Rey Dagoberto, el que lleva los calzones al revés, como un asesinato. Sí, sí, me oye usted bien, como un asesinato. La sentencia fue firme: fui confinado de por vida a la lucidez —
Enfatiza esto último. Mira con aire melancólico alrededor suyo y detiene el movimiento de su pierna
— Fama mundial, no le exagero…pero ya ve usted, los franceses me detestan — Extiende su mano derecha y simula dar la mano.
— Yo la llamaría suegra, si me permitiera la confianza, y hasta la besaría…lo entiendo…Naturalmente que para mí ha sido también un placer —
Se sienta en el suelo, saca un pañuelo del bolsillo derecho de su pantalón y se frota los labios hasta quitarse el maquillaje. Suspira. Vuelve a ponerse torpemente en pie y da tres pasos hacia la derecha. Se detiene y musita — Hasta aquí. Aquí se acaba todo — Vuelve sobre sus pasos hasta el punto de partida y retoma el movimiento de su pierna para marcar el ritmo. Intenta entonar con gesto grave — Y lloro sin que tú sepas que el llanto mío, tiene lágrimas negras cooooomo mi viiiia —
Se detiene creyendo oír algo. Saca de su bolsillo izquierdo el pintalabios y se retoca rápidamente los labios.
— No tengo ningún inconveniente en despejarle la duda, caballero —
Da tres pasos hacia el frente como siguiendo a alguien. Levanta el brazo en señal de parada.
— Si no le importa, mejor nos detenemos… más allá, créame, todo se acaba —
Se inclina ligeramente hacia delante.
— Bien, se preguntaba usted el por qué la ironía finiquita ese estado trascendente que llamamos amor —
Dibuja con el dedo, en el aire, una letra.
— Téngase… (las formulaciones, créame que algo de esto sé, siempre empiezan mejor por un “téngase”) Téngase un punto, que podríamos llamar A, en el que alojaríamos lo trascendente…. (sí lo sé es difícil alojar algo en una letra, pero si bien lo mira verá que el amor siempre lo alojamos en cuatro) y en otro punto equidistante (equidistante de qué me pregunto…no sé…pero creo recordar que utilizaba el término “equidistante”…. bien digamos de A y de Usted) que daríamos en llamar B (llamarlo M complicaría inútilmente las cosas) en el que alojamos una ventosidad (un aire intestinal, una flatulencia, un pedo… aquí viene el tremendo ingenio de la versatilidad lingüística en mi teoría) hasta formar una línea perfecta que iría de A hasta B… Pero, por favor caballero, no se vaya, si ahora viene lo mejor.
Sube el tono de voz como si estuviera hablando en la distancia
— Imagínese, y eso es algo que siempre sucede, que la vida, las circunstancias, el orden o como lo quiera usted llamar (dúctil el método semántico ¿no?) dobla esa línea que hemos formado hasta hacer converger los dos puntos A y B en un mismo punto que daríamos en llamar C ¿Qué contendría este punto C? ¿Flatulencias o trascendencias?... Ja…Nada de eso amigo, nada de eso.
Sube más la voz y se ayuda de la palma de su mano, colocada abierta junto a la boca, para proyectarla la voz
— ¡Contendría ironía! ¿Lo ve? …por Dios, dígame que lo ve. Así pues usted, caballero enamorado, hace que su amor busque la trascendencia en A y cuando mira ve el punto C y se encuentra la ironía. La ironía que no deja alojarse al amor ¿Lo entiende? …por Dios, dígame que lo entiende…No hay sitio para el amor en C cuando ya está ocupado por la ironía… ¿Irónico, no?
Baja la voz, inclina apesadumbrado la cabeza y murmura para sus adentros
— La teoría poético científica sobre el amor que me hubiera dado fama mundial… No me extraña que mente usted a mi madre, que era planchadora en la caserna de artillería de Punta Umbría hasta que le pudo la artritis, le entiendo; yo de usted hubiera hecho lo mismo si alguien me revelara ese hondo secreto —
Sigue musitando
— Una teoría poético científica extraordinaria de la que le seguiría hablando con mucho gusto durante horas… Si la recordara, pero no me acuerdo. No me acuerdo —
Vuelve a sacar el pañuelo de su bolsillo y se quita el lápiz de labios. Retoma el golpeteo con el pie plano en el suelo intentando marcar el ritmo —…negras cooomo mi viiiia—
Detiene el cante. Se rasca la sien.
— Mi teoría…La dejé escrita en tres tomos. Eran tres tomos preciosos…si los girondinos, que siempre me observan, no los borraron deberían estar… hacia allí —
Señala atrás. Da tres pasos decididos y se detiene. Hace un gesto de resignación. Murmura — Hasta aquí. Más allá no hay nada —
Se palpa los bolsillos. Murmura
— Ahora soy cantante —
Vuelve a sacar del bolsillo de atrás de su pantalón la imagen. La desdobla y la observa.
— Las francesas son así… llevan Chanel número 5, que dicen que es un perfume…pero en realidad es un insecticida que mata las luciérnagas… Bichos irónicos por excelencia —
Jorge de los Santos
En Valérie a 2 de Junio de 2010