viernes, 13 de mayo de 2011

En plató: "La guerra"

13 de los corrientes de Octubre de 2010
Con Ángela Rodicio y José María Mendiluce en "Para todos la2" de, y no podía ser de otra manera, TVE2

"Una mierda", dice la buena de Ángela con su vocecita de vicetiple, "Ambrosio, ¿Ha dicho mierda esta señorita en la tele?", "Una gran mierda", reafirma ella y su voz entonada y sus ojos entornados y su voluntad enconada y el casco (de los azules) que le viene grande y el micrófono (de los de espuma) que le queda pequeño.
Y a mí, que como decía Woody Allen, en el ejército me declararon inutilísimo... tanto que en caso de guerra yo sólo serviría de rehén, que se me ocurre proponer que ni a eso llega, que ni mierda, pues mierda ya es darle palabra, calificación y entendimiento a lo que no lo tiene. Demasiado apolineo lo de "mierda" para algo como la guerra que sólo gesticula con los eructos de Dioniso. La guerra no es una mierda porque mierda es una palabra.

Los sajones, dados ellos, como nosotros, a la guerra, utilizan para nombrarla la onomatopeya del alarido; "war", el ¡huaaaa!!!, con el que hacían temblar a las legiones romanas.
Es la guerra, como decían los griegos de los que además de venir lejos no sabían hablar, un "bar bar", una barbarie. Pero una barbarie que, para cometerse, requiere de algo tan humano como la civilización . Y por ser una barbarie civilizada nos la hemos tomado por inevitable.

La guerra es irrelatable, racionalmente absurda y tan esquiva a la narración como un orgasmo, por eso la épica es ejercicio de la postguerra; "la postguerra es el momento de enterrar a los muertos y encontrar las palabras", dijo. Nunca hay épica en la guerra, "¿pero es posible Ambrosio, que se diga mierda en la tele?", pues el bárbaro no sabe escribir. Pero, seguimos con el oximorón; barbarie, sí, pero civilizada. Maquiavelo nos dice que no puede existir la "polis" sin el "polemós". Fundar es destruir y la política (de "polis") es la organización civilizada de esa destrucción (de "polemós")
La palabra, los locos que nos convencen de la necesidad del grito siempre empiezan usando palabras (siendo razonables), los locos que justifican en la preguerra la posterior ausencia de palabra, siempre empiezan clamando a la razón. 

El fuego, para Heráclito el oscuro,"...y a la hora de comer, Ambrosio" , es aquello que obtiene su identidad de las identidades que destruye. El fuego es para el de Efeso la metafora de la confrontación de donde todo emana, el Taijitu, donde el ying y el yang rinden sus cuentas, el estado que permite que las cosas devengan; sin confrontación de opuestos, se liquida el devenir (véase la teoría hegeliana del "fin de la historia") Por eso, Heráclito dice: "la guerra es padre y rey de todo" y por eso la tenemos por inevitable, por efecto de esa "voluntad de poder" nitzscheana en la que la vida (y en ella el humano) además de conservar, quiere la perpetuación expansiva, incrementar, conquistar, someter...y nosotros la tenemos por inevitable. Lo hemos visto, todo nuestro progreso tecnológico, científico y social, desde la ONU a una radiografía, pasando por los aviones a reacción, han derivado de dos guerras mundiales (¿qué seriamos ahora sin ellas?), por querer el progreso, la tenemos por inevitable.
Pero el ying y el yang no se contraponen, se suceden, no luchan, se dejan paso, por eso la conclusión del más hermoso tratado sobre la guerra que se ha escrito, el de Sung Tsu, es que la victoria en la guerra consiste en evitar la guerra (así está destinado a los de la estirpe de los sensatos) y por eso las semillas ("voluntad de poder de la vida") no se comen entre ellas, sólo vuelan y vuelan y vuelan y se dejan comer, para que la mierda (esta sí de veras) fecunde, con ellas la tierra. ¿Y el progreso? Triste destino el de estos que viven sometidos a aquellos que prometen evitar el mal que causan. "No sé donde vamos a ir a parar... Ambrosio", yo tampoco, señora (... ¿a la mierda, quizá?)





miércoles, 4 de mayo de 2011

Obra: "Valérie o la balada de los seres ululantes"

"Valérie o la balada de los seres ululantes"
Instalación de medidas variables
2005-2006


Cuentan que un día  Zhuang- zhi describió el viento;
“¿Escucha! ¿No oyes el aullido del viento que sopla a lo lejos? Los árboles, en las selvas del monte, susurran, se estremecen y oscilan, y las cavidades y orificios de los imponentes árboles de cien varas de circunferencia emiten diferentes sonidos.”
Orificios y cavidades que sueñan con ser ellos mismos, pero que sólo son interpretaciones del viento. Pasos del viento. Afectos, pasiones del alma. Sí, las cavidades existen y los seres se identifican, pero nada son sin la afectación del viento. La mística sufí también conoce al viento y lo nomina. “Sarayan Al-Wuyud”. “Difusión de Existencia”.

Nada se manifiesta, aunque preexista en la vacuidad, aunque crea ingenuamente que se completa en sí mismo. Existencias que sólo el viento motiva. Pulsiones. Ira, rencor, amor, miedo, bondad, tristeza. Afecciones.  Todas las mismas, las hijas del roce del viento. Todas diferentes, lecturas de la brecha, de la garganta horadada donde resuene. Pasiones.
El mismo viento sopla sobre las diez mil cosas de diferentes maneras, haciendo que cada cavidad produzca su propio sonido, de modo que cada una imagina que lo produce ella misma. Pero, en realidad ¿qué es lo que produce los diferentes sonidos?

Hablo de Dios. Hablo del aullido humano. Hablo de la expresión del aullido.
Una escenografía. La plaza pública. La ciudad. Unas cajas de resonancia. Las ventanas. Los seres. En medio, inasible, el viento.
Un día, conocí a un viento. Se nombró él mismo: “Hola, me llamo Valérie”. Y sopló.
Este pequeño tratado de las pasiones del  alma  es un homenaje a él. Una carta de amor. Por fin. Quizá al fin. Quizá en el fin.
De otra cavidad que resuena al paso de su mano. Al paso del viento.