"Valérie o la balada de los seres ululantes"
Instalación de medidas variables
2005-2006
Cuentan que un día Zhuang- zhi describió el viento;
“¿Escucha! ¿No oyes el aullido del viento que sopla a lo lejos? Los árboles, en las selvas del monte, susurran, se estremecen y oscilan, y las cavidades y orificios de los imponentes árboles de cien varas de circunferencia emiten diferentes sonidos.”
Orificios y cavidades que sueñan con ser ellos mismos, pero que sólo son interpretaciones del viento. Pasos del viento. Afectos, pasiones del alma. Sí, las cavidades existen y los seres se identifican, pero nada son sin la afectación del viento. La mística sufí también conoce al viento y lo nomina. “Sarayan Al-Wuyud”. “Difusión de Existencia”.
Nada se manifiesta, aunque preexista en la vacuidad, aunque crea ingenuamente que se completa en sí mismo. Existencias que sólo el viento motiva. Pulsiones. Ira, rencor, amor, miedo, bondad, tristeza. Afecciones. Todas las mismas, las hijas del roce del viento. Todas diferentes, lecturas de la brecha, de la garganta horadada donde resuene. Pasiones.
“El mismo viento sopla sobre las diez mil cosas de diferentes maneras, haciendo que cada cavidad produzca su propio sonido, de modo que cada una imagina que lo produce ella misma. Pero, en realidad ¿qué es lo que produce los diferentes sonidos?”
Hablo de Dios. Hablo del aullido humano. Hablo de la expresión del aullido.
Una escenografía. La plaza pública. La ciudad. Unas cajas de resonancia. Las ventanas. Los seres. En medio, inasible, el viento.
Un día, conocí a un viento. Se nombró él mismo: “Hola, me llamo Valérie”. Y sopló.
Este pequeño tratado de las pasiones del alma es un homenaje a él. Una carta de amor. Por fin. Quizá al fin. Quizá en el fin.
De otra cavidad que resuena al paso de su mano. Al paso del viento.