martes, 4 de enero de 2011

En onda: el sufrimiento

Siete de Agosto de 2009. Hace calor.
"Afectos en la noche". Las doce.


¿Por qué  sufrimos tanto?


Porque tenemos un cuerpo, materia perecedera y contingente que nos habla a través del dolor. El gran especialista de esto es Artaud, pero ya está muerto. "Allí donde huele la mierda, huele el ser", esa es la ontología del ser, antes de que los racionalistas lo convirtieran el sujeto, y allí, en el aullido del dolor, aparece el escenario metafísco del ser, el "teatro de la crueldad".
¿Y no podríamos callar a este cuerpo voceras cuando sus lamentos ya no van a servir al ser yo para nada? Si, naturalmente. Nuestra técnica analgésica, sedante y anestésica lo permite, pero los recursos siguen en manos de moralistas que quieren oír, para interpretarlo, en bien de la salud pública, los berridos de ese cuerpo que muere.
Porque tenemos una identidad, un ego, un yo interprete que actúa como plataforma que da significación emocional a las circunstancias. No existe el sufrimiento, la alegría o la tristeza o el miedo sin un yo que interprete ese algo como tal. Se contaba de un sabio taoista que encontró un magnífico caballo negro en su establo. Al ver que nadie lo reclamaba, los vecinos se acercaron a él y le dijerón "¡qué alegría!, tienes un nuevo caballo caído como del cielo", a lo que el sabio respondió: "sólo sé que un caballo negro llegó a mi establo". Al poco su hijo lo montó y al hacerlo se cayó y se rompió una pierna. Volvieron a congregarse sus vecinos y le dijeron: "¡Qué pena!, tu hijo se ha partido una pierna", a lo que el taoista volvió a replicar: "Yo solo sé que un caballo llegó a mi establo, mi hijo lo montó, se cayó y se partió una pierna". Fue entonces cuando movilizaron a todos los jóvenes de China para alistarse en el ejército para combatir contra Japón, pero el hijo del taoista se libró por la fractura. Los vecinos rodearon al sabio: "¡Qué alegría!, tu hijo se librará de la guerra por tener la pierna rota, es una bendición del cielo", a lo que el anciano contestó: "sólo sé que llegó un caballo a mis establos, mi hijo lo montó, se cayó, se rompió una pierna y ahora no ira a la guerra"...Sucede que normalmente el yo (que se afirma negando al otro) cree que todos están contra él y, consecuentemente, sufre más que besa.
Porque tenemos un pensamiento con capacidad de representar a ese yo. Es un mecanismo anticipativo que nos genera la conciencia y nos teatraliza en escenarios deseantes. En la representación soy capaz de verme vivo eternamente, de no envejecer, de ser rico, de que ella, sí, ella, me quiera... en la realidad eso no sucede. Y sufro. En la representación soy capaz de verme comido por las pirañas cuando me baño, que ella, si, ella, me abandona, que perderé el empleo (y el trabajo), que me asaltan...y luego en la realidad no sucede, pero ya he sufrido en la representación. Somos el único bicho que sufre dos veces independientemente de lo que realmente sucede.

Pero, ¿Por qué sufrimos tanto?

Porque estamos diseñados y animados, desde el descubrimiento griego del ser trágico y su implantación, para ser trágicos. El más vejado, humillado, crucificado y abandonado (Cristo ten piedad) es un modelo de virtud moral.
¡Jasper! te invoco. Pero Jasper, que también murió, dejó dicho que nos hace trágicos el confrontar el "dasein" (nuestra existencia) con la "existenz" (nuestra existencia posible) ¿Por qué no soy yo el que todo lo tiene y nada ansía? y por si fuera poco nos acompaña la conciencia del "límite" (el reconocimiento de nuestra incapacidad para afrontarlo todo)
Y, ¿qué me dices de Sartre o Kierkegard? Ah, la libertad y el libre albedrío, que nos enfrentan a la infinidad de opciones, de la que sólo puedes escoger, a tientas, una. ¿Cuál? ¿Por qué esa? ¿Qué hacer? ¿Qué decir? Trágico hasta la "nausea".

Así las cosas, suena la voz de Esquilo.
El corifeo, visto como Prometeo ha descrito la constitución de los hombres, pregunta:
"¿Qué solución hallaste a este mal?"
A lo que Prometeo responde:
"Les doté de ciegas esperanzas"

¿Trágico, no?