31 de Enero del doce y yo que al chico guapito de cara que
se mueve como si un chinche explorara su recto camino, le apuntaría: “hijo, el
poder no necesita palabras honestas, las tiene verdaderas”, y tú lucidez
lujuriosa que te enroscas a mí como la pena y Germán Cano que ni tose y el
pizarrín que desaparece y Arcadi Oliveres que ni se quita la chaqueta y el
agua, hecha agua, que desaparece.
Allá donde cualquiera de nosotros tropiece con una verdad lo
que habrá encontrado será un poder, porque el poder es simplemente eso: la
capacidad de construir verdades. Un cambio de verdad, un cambio de paradigma no
es un cambio de razón, es simplemente, un cambio de poder.
Pero la verdad, para las criaturitas de razón, tiene que ser
razonable, es por eso que los locos sólo ostentan el poder cuando su locura es
razonable, cuando han convencido a los cuerdos, no de que se vuelvan locos, sino
sólo de que se convenzan que su locura es razón. Ese mecanismos de convicción
razonable es lo que los teóricos del marxismo llamaron “razón instrumental” (la
razón puesta al servicio del poder para dotarle de su correspondiente verdad)
Esto es inevitable
Al poder le importa muy poco quien lo represente (cualquiera
que sostenga la verdad y la preserve) pues ya no es un poder soberano sino el
poder de la manada (manada, no mamada) y entre sus últimas innovaciones hiperpolíticas
está el creer que la realización individual pasa por consolidar al poder (todos
somos micropartículas activas que lavan más blanco la réplica de ese entramado estructural
que es el poder) Consigue un sueldo, paga una hipoteca, adquiere un vehículo de
lujo, desanima al borracho al loco o al iluso, hártate de amigos virtuales y te
realizarás como persona. El poder no es sólo un arcaico mecanismo de represión
sino de realización del individuo. La recompensa no la que ves, sino la caricia del amo a su perro (del amo al esclavo, lo sé querido
Hegel)
Esto es inevitable
Y ahora, ¿Quién manda en el mundo?
El Capital, releed a los clásicos marxistas y encontraréis
una razón, otro poder que explique y cuestione éste (qué gusto ser un
trasnochado después de una noche de juerga con las corbatas desabrochadas y el
cimbrel todavía humeante) con unos mediocres gestores llamados clase política (a
los que el amo además de caricias les da huesos, en ocasiones cubiertos de
nalgas) Proteged al Capital, pues sólo él os hará libres.
¿Y al chico este guapito de cara que canta, qué le dirías? Diselo
tú, Germán, que a mí me da la risa.
Gracias, Arcadi, por acompañarnos.
Ite missa est